Esta historia que comienzo surgió por casualidad, en un pueblo de la Mancha que de Comedias tiene un Corral y que por Almagro se conoce desde mucho tiempo atrás. Visitaba yo un museo que del teatro llamaban, y entre los muchos papeles uno sobre todos destacaba, en el que venia un nombre que en mi cabeza sonaba, sobre un conquistador que hijo ilustre era de esta Villa tan nombrada.
Por Diego de Almagro le conocieron en el Imperio Español, cuando Carlos I era el más grande emperador, y en los dominios de España nunca vieron ponerse el sol; aquellos que en el vivían entre el poder y su católica religión.
Fue este ilustre guerrero de familia humilde y austera, más cuenta la voz popular que su madre era soltera, y que nada más nacer a la inclusa de cabeza fue porque su padre quisiera. Era el padre un gentil hombre, con alcurnia y un poquito calavera, que a la moza mas gallarda de esta villa, su honra le mancillo y luego la abandono como si fuera una estera, dejándole unas monedas para que no se supiera.
Los datos que aquí les cuento no los he inventado yo, me los conto un gran amigo que se llamaba Ramón, un hombre curtido en mil historias que aquel día me acompaño en mi visita a este pueblo que en verdad me impresiono, recorriendo esas calles en las que el tiempo parece que la historia congeló. Visitamos un local que una cuadra parecía pero al franquear la puerta en el Siglo de Oro la historia nos introducía, apareciendo de Comedias el Corral que quinientos años ha, Cervantes y Calderón sus obras presentarían.
Visitamos camerinos y subimos al tablado, recorriendo las estancias y hasta un pozo tapiado, que guardaba los secretos de los amores y lances de tantos enamorados y que a su brocal se asomaron para verter esas lagrimas que les siguen esperando.
Me conto mi acompañante, que aunque Diego es el famoso, otro personaje hay que es mucho más primoroso, pues se trata de un amigo que en Bolaños conoció, cuando este se escapo de la inclusa en el que desde que nació vivió. Coincidieron estos solitarios personajes cuando a Sevilla ellos marchaban de camino, a embarcarse con Pedrarias el marino y que para las Américas preparaba su viaje.
Sancho Lanza del Castillo era su nombre de guerra, según constaba en un viejo libro que Ramón a mi me diera, con el encargo de seguir las hazañas de este incognito personaje que nunca nadie supo quien diablos era.
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