(CAPITULO I)
El comienzo de mi historia:
Yo, Sancho Lanza del Castillo dejo para quien le pueda interesar, estos relatos que en este manuscrito a partir de este momento voy a comenzar a plasmar: en la villa de Daimiel de Calatrava el día 22 de Marzo en el año del señor de mil y cuatrocientos noventa y nueve años y bajo el reinado de nuestros amados reyes Isabel la I de Castilla y Don Fernando el II de Aragón a quienes Dios guarde muchos años, señores de Castilla y León, Aragón, Cataluña y Valencia mas el reino de Granada, y otras tierras allende de la mar Oceana.
De mis recuerdos de infancia poco les puedo aportar pues mi madre en una venta no paro de trabajar hasta que su débil cuerpo una noche se durmió y no se despertó jamás. De mi padre solo sé que en las cuadrillas militaba, esas que para la seguridad tratar el Santo Oficio montara, pasando su triste vida recorriendo las majadas, en busca de bandoleros, salteadores y otros de mala calaña.
Mi infancia yo la pase en la posada “El barbecho”, al cuidado de mi madre cuando tenia un poco de tiempo, porque ella era en la venta la criada de los dueños, y la trataban peor que a los burros o los cerdos. Era el ventero un sujeto gordinflon y despiadado y viudo para más señas por lo que estaba amargado, al no conseguir favores de una moza del poblado, a la que los tejos tiró varias veces con regalos; pero esta bella flor de un gallardo carretero locamente se había enamorado, estando siempre el ventero de mal genio y amargado.
Cuando mi madre murió mi abuelo me recogía en aquella inmunda pocilga que era la choza en que vivía: que dentro de la venta estaba y junto a las cuadras donde las bestias dormían. Mi abuelo que soldado había sido en la toma de Granada, cuando vio la situación intentó sacar su espada y ajustar cuentas con ese que había tenido a su hija como si fuera una esclava, aunque fue imposible verle pues corría como un galgo a pesar de lo que pesaba.
Recogimos la miseria que era lo único que había y en un burro bastante terco hacia el pueblo con paso cansino los tres y las pertenencias sin pausa nos dirigimos, prometiendo mi abuelo regresar y las cuentas ajustar a este inhumano vecino. Era mi abuelo criado de un hidalgo calavera, que metido en años ya a las damas aún daba guerra y a mi abuelo lo tenia para intermediar en sus vergüenzas.
Había sido soldado pero llego hasta oficial era valiente y osado y si no fuese por las mujeres habría llegado a general. A mi abuelo conoció en la toma de Granada, luchando codo con codo repartiendo a los moriscos mandobles junto a estocadas, para al terminar la campaña juntos los dos regresaron el uno como señor y el otro como su hombre de confianza. ./.
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