Y hacia Almagro nuestros pasos dirigimos por un impracticable camino con enormes agujeros y que hacían que nuestros pasos se apartaran hacia los senderos, donde la inseguridad era total porque era el propicio terreno donde asaltaban al caminante gitanos y bandoleros.
Aquellos caminos pasamos sin complicación alguna, sin saber si nos dejaron para esperar nuestro regreso cuando confiados volvamos con los aperos y mulas. Llegamos a la villa después de cinco interminables leguas de padecimientos y chanzas, pues las albarcas y calzas rozaduras nos hicieron en los pies y en ese sitio donde termina la panza. La visita que primero hicimos es mojarnos el gaznate, en la venta del mellao y que para engañar al parroquiano tenía un gran arte, pues aguaba con gracia el vino y para preparar guisos raros era punto y aparte.
Una vez recuperados del tortuoso camino por el yantar preparado de aquel mesonero tan fino, el que un bocado a nuestra bolsa pego para cobrarse la pestilente comida y su aguado vino; visitamos el mercado donde todo se podía vender y comprar, las bestias, la honra, y hasta la libertad; porque con una bolsa de doblones amarillos sin impedimento se conseguía, todo aquello que hace a un siervo señor sin pedir explicación y sin importar mucho el día.
Visitamos a tratantes y a otros varios charlatanes que a la venta tenían aves de corral y diversos animales, mi abuelo que era un excelente negociante y a estos personajes conocía por su labia sofocante, con ellos cuerpo a cuerpo en los lances del comercio y trapicheo como gato panza arriba con gracia se defendía, consiguiendo algunos triunfos que casi imposibles parecían; el gran triunfo llego al final al tratar con un gitano que unas caballerías vendía y de las que nos habíamos encariñado por el porte que tenían, un par de jóvenes mulas y dos burros muy apañados que este fulano vendía. Después de varias horas de tanteo y otras de tiras y aflojas, el trato al final se cerro con un fuerte apretón de manos y dejar la bolsa peor que floja, y al gitano murmurando en su lengua inentendibles cosas.
Reunimos el ganado comprado junto a las caballerías y la marcha preparamos antes de que finalizara el día, con la idea de partir antes de que la tarde se hiciera noche y la obscuridad apareciera y nos complicara la vida. Comenzamos el retorno de regreso a la casona cuando un nuevo personaje se agregó a nuestra cuerda después de hablar con el viejo que fue el que su permiso diera: Dijo el sujeto ser un hidalgo juglar, y que hacia Manzanares marchaba donde tenía su hogar, agregándose a nosotros por no atreverse a viajar solo por lo que le pudiera pasar, era joven como nosotros y espada al cinto llevaba, y una ropa no muy sencilla que su condición demostraba. Hablaba de un tal Colon que a las indias el marchara y su padre en una de sus naos junto a otros se embarcara, dejando a su madre, hermana y también a el sin nadie quien les cuidara. .////.
No hay comentarios:
Publicar un comentario