miércoles, 8 de febrero de 2012

CAPITULO I (El comienzo de mi historia) fin

Nos reunimos a la hora convenida todos los que por la edad éramos de la partida, y a la cabeza el carretero que al gremio del mismo nombre este buen hombre pertenecía. Había cuatro gañanes y cuatro mozos de mulas junto a dos buenos pastores que de la mesta venían, y donde el desastre les sorprendió y su ganado perdieron aquellos desgraciados días, que tanto sacrificio costaron a todos aquellos que en estas tierras sobrevivían.

Se hizo un amplio balance de la actual situación y de cuantas propiedades había en nuestra pobre institución, yo como más ilustrado prestaba mucha atención y con pluma de ganso incluida anotaba en un renglón, lo que cada uno cantaba con bonita o fea voz. Fray Tomas estaba presente para legitimidad dar, en aquel auto de fe para vencer la triste y cruel necesidad, de empezar a levantar con los medios disponibles esta humilde sociedad. Se repartieron faenas atendiendo a la profesión y a cada uno un terreno de cultivo se asigno, para empezar la faena con urgencia y total dedicación, junto a los pocos aperos que Don Iñigo dejó. Para no causar envidias, el ganado se rifo, menos el caballo tordo que ese me lo quede, yo.

Los dineros que quedaban Fray Tomas los requiso, junto a las cuarenta y cinco monedas restantes de la bolsa que nos dio el corregidor, y como el mejor depositario por ser el representante del Dios. Se contaron las monedas y de las que cantidad no me acuerdo y en un pergamino anotado quedaron el metálico entregado, junto a los diversos repartos y finales acuerdos, que en las tierras de Don Iñigo de Luna firmaron: un franciscano de notario, y un grupo de humildes siervos.

Todo seguía su curso y al terminar el verano Don Iñigo apareció sin enviar ningún recado, simplemente apareció como alma que trae el diablo, demacrado y dolorido sobre su caballo blanco. Mi abuelo recuperado a recibirle salió y con un apretón de manos en la puerta recibió para hacerle entrega de nuevo de su adorada mansión. Como estaba muy cansado ni siquiera pregunto aunque mi abuelo entre dientes: - a Martín que le pasó; - susurro. Y el casi sollozando; - cuando íbamos de camino el pobrecito en mis brazos se murió. Le prepararon su estancia que cerrada se tenia y una recepción humilde de los siervos al señor con una cena para todos en su honor se repartía, demostrando el cariño y devoción que por este hidalgo entre sus gentes había.

A la mañana siguiente se le entrego la información requerida, sobre todo lo ocurrido desde el día de su partida, quedando congratulado con las tomadas medidas, dejando la situación como estaba, y partiendo el futuro desde ese mismo día. Estando el señor de nuevo y mi abuelo ya repuesto, vi que mi camino era buscar horizontes nuevos, para lo que acabado el verano hice un ato y con lo puesto, despidiéndome de todos y una bolsa con monedas, me fui andando por el camino a descubrir el mundo presto.                                                                              

(final 1º Capitulo)

CAPITULO I (El comienzo de mi historia) .////////.

Dando gracias por la hazaña que contra los bandidos hicimos, nos comento que como ejemplo su ajusticiamiento había sido, quedando solo el capitán por su noble condición vivo, a la espera de ser juzgado por tribunal superior y que en Toledo se encuentra a la espera del capitán de bandidos.

Nos entrego una gran bolsa y que contar no quisimos, porque las descortesía tiende a convertir los amigos en enemigos, y en casos como este la autoridad es buen testigo. Salimos a aquella plaza en la que los desgraciados colgaban, y vimos la expectación que en las gentes ocasionaban esa cruel exhibición de las bajezas humanas. Ante esa tétrica función en un abrazo nos fundimos y de la bolsa entregue el dinero convenido, cinco monedas de oro para seguir con su interrumpido camino, agradeciendo el servicio que con su desinteresado esfuerzo y tesón hizo que cambiara nuestro maltrecho destino.

El siguió hacia su destino en un caballo comprado gracias a una de las cinco monedas que le había entregado, y con la esperanza en que su suerte por fin hubiera cambiado. Yo al galope partí impaciente por llegar y contar a mis amigos lo que acababa de encontrar, a esos seres desgraciados que acababan de colgar; aunque de lo que más preocupado estaba. era de mi abuelo y su gravedad extremada. Habían pasado seis horas desde que la hacienda junto a Rui abandone y regresaba contento y con tristeza a la vez, pues mi amigo ya no estaba y la incertidumbre llevaba por a mi abuelo como encontrare.

Por la puerta de la cerca entraba con sofocante calor, cuando Domin me esperaba arreglando un carretón, junto a Domingo su padre que al verme se emocionó, y dejando lo que hacia al caballo se acercó. Me pregunto por la realizada misión, informándome a la vez que el herido se levantó, y gracias a la Consuelo parece se recuperó. Apéeme del caballo y propuse reunión para relatar pormenores de la susodicha función, aunque ahora lo importante para mi es comprobar en las heridas  de mi abuelo como va su evolución.

Vi a mi abuelo sentado bajo aquella enorme higuera, que parecía un triste dátil caído de una palmera, y más blanco que la luna en noches de luna nueva, pregúntele:          - como estaba, y me contesto: - dolorido, yo le quise animar quitando yerro al asunto, pero en sus ojos veía que aún no le había pasado el susto, y sobre sus huesos tenía las secuelas del disgusto. Le conté como había ido la comisión encomendada y también lo que encontramos en la tétrica y lúgubre plaza, con aquellos infelices colgando y rodeados de ratas con dos patas, de esas que ven el placer cuando a otros los maltratan. No pude contarle más porque Consuelo llego y a empujones de aquel sitio sin compasión me expulso, alegando que la conversación terminó y al abuelo necesita: descanso, cena y cuidados con amor.
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CAPITULO I (El comienzo de mi historia) .///////.

Andamos un largo trecho juntos a la autoridad, hasta la hacienda a lo lejos empezar a divisar, y ellos cambiaron de rumbo al ver que no peligraba ya nuestra seguridad. Llegamos anocheciendo a las puertas de la cerca, donde esperaba Domingo junto a varios gañanes preocupados por la tardanza nuestra, no saber lo que hacer para calmar la intranquilidad que se respiraba en la huerta. Le contamos lo ocurrido y el ejemplo era mi abuelo, al que llevaron en brazos hasta casa de consuelo, una anciana que preparaba con plantas unos ungüentos, que si estos no te sanaban es porque te habías muerto. Repartieron el ganado entre las cuadras que había y prepararon el corte para empezar el nuevo día, con las labores que el campo para producir requería, arando y sembrando esa tierra de la que ellos con tanto esfuerzo malvivían.

Mientras el alba en la mañana renacía, en mi abuelo unas manchas moradas sobre su cuerpo aparecían; dando la sensación de que la sangre del cuerpo se le salía. Consuelo que era una experta en curar estas dolencias, con sanguijuelas sangraría ese cuerpo con paciencia, a la espera que resista esta larga penitencia. Cuando el día concluía se agravaron las dolencias y el herido algunas veces perdía hasta la conciencia, mientras otras deliraba o con palabras soeces insultaba a su sapiencia. Aquella noche fue larga y para mi toda en vela, pues veía que aquel hombre que tanto quería se iba apagando como si fuera una vela, y ni los ánimos de todos a mi situación ellos consuelan. Amaneció la mañana bajo es canto de un joven gallo, que trajimos del mercado con cinco gallinas y dos guarros, para repoblar aquella casa donde el invierno cruel hizo tanto daño.

Quedamos en recoger las monedas prometidas en el lugar indicado por el corregidor y su partida; para lo cual preparamos el caballo que ganamos en la escaramuza sufrida. Ruy que aquella mañana marchaba se brindo para acompañarme y despidiéndose de todos prometió a la vuelta visitarles al considerar que era de todos ellos como una pequeña parte. Salimos los dos montados en aquel estupendo animal que Babieca parecía aunque la comparación este mal. Cuando cerca del pueblo llegamos vimos con preocupación como de un cadalso colgaban unos cuerpos que habían dejado después de su ejecución, para que sirvan como ejemplo a todos los que estén pensando hacer de la delincuencia su adorada profesión.

Franqueamos una puerta donde dos armados soldados, controlaban siempre el paso de quienes no estuvieran citados. Entramos en una sala con austeridad amueblada donde en una especie de trono el corregidor despachaba de los asuntos del día y los que más atrasados estaban. En el preciso momento que la vista encima nos echo, lo que en ese momento hacia, al instante interrumpió, y llegando hasta nosotros a otra habitación nos llevo, para hacernos efectivo la bolsa que prometió.
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CAPITULO I (El comienzo de mi historia) .//////.

Empezamos la refriega con las espadas desnudas y mi abuelo con su lanza subido sobre una mula, con la única intención de desmontar al que los manda y dejarlo a nuestra altura, sabiendo como manejaba Domin la maza contra la armadura, pero en la primera embestida el que cayo fue mi abuelo, al desbocarse la mula y rodar él por el suelo, cuando el de las barbas cargaba, Ruy que el juglar se llamaba del jubón saco una honda y del suelo un grueso risco cogía, y volteando la misma con fuerza en la misma cabeza del bandolero con precisión él ponía, desmontándole de golpe que como un saco caía entre gritos de dolor y un hilo de sangre que de su cabeza salía quedando inmóvil en tierra que un muerto parecía. Mientras mi compañero y yo al resto poníamos en fuga, a mi abuelo el juglar le curaba las heridas y el ganado reunía, y  que por el campo pastaba ajeno a esta algarabía. Cuando los bandoleros huyeron por la paliza sufrida vimos a su capitán inconsciente y con la cabeza partida, aunque la muerte esta vez no le ha arrebatado su vida.

Le curamos la cabeza y en un burro lo sentamos y para no oír sus blasfemias además lo amordazamos, con la intención de entregar este despiadado animal a la primera autoridad que en el primer pueblo veamos. Mi abuelo que iba molido el caballo del bandido le dejamos, y las armas y bagajes que este sujeto llevaba entre los tres sin complejos sorteamos, tocándome la suerte de su espada y que con el pasar de los tiempos tantas hazañas juntos logramos.

La caída de mi abuelo su salud le destrozo, al comenzar la partida era una rosa florida y el golpe la marchito, viendo como legua a legua la vida se le escapaba sin saber bien la razón, porque aunque cayó como un saco no vimos que reventó. La prisa nos acuciaba por llegar pronto al destino porque el sol se agotaba y la luna se veía sobre el camino, y si los salteadores reorganizados de nuevo nos volvieran a atacar nadie nos podría salvar ni rezando al Dios divino. El sol se estaba poniendo y oímos voces de gente que hacia nosotros venían de lugares diferentes, y que en solo causó el temor de quien presiente que, su fin ya esta muy cerca aunque intente defenderse, pensando que otra partida a por nosotros venia y le acompañaba la muerte.

Aunque nuestra sorpresa fue grata al comprobar al instante, que el corregidor y su gente venían de detener a parte de la partida que intentaba darnos muerte, y buscaban a su jefe para llenarlo de grilletes. Entregamos esta carga que en verdad molesta era, y el corregidor nos emplazo para que uno de nosotros en el ayuntamiento la bolsa de cincuenta doblones a la mañana siguiente recogiera, que era el precio que por las cabezas de estos delincuentes la autoridad dispusiera.

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CAPITULO I (El comienzo de mi historia) ./////.

Y ese era el motivo, por el que se dirigía, a visitar a un familiar que muy buena posición tenía, a solicitar una ayuda que su padre al regresar con creces le pagaría. Hablamos de muchas más cosas que con el tiempo olvide, pero hay otras que aunque cien años dure siempre las recordare, como aquellos bellos cantares que de su boca salieron, mientras todos aquel  intransitable camino andábamos, como palurdos arrieros. Nuestra primera parada en Bolaños ocurrió, cerca de un viejo castillo que en ruinas y gran deterioro hace mucho tiempo quedo, dejando esparcidos sus huesos entre la tierra y el sol y muy cerca de algunos descarriados olmos que nadie sabe quien plantó.

Continuamos la marcha y aceleramos el paso, al comprobar que sobre el horizonte polvo vimos levantado por caballos, o manada de animales que venían galopando. Seguíamos nuestro avance sin impedimento alguno, pero con preocupación al saber que esos lugares eran un poco inseguros. Cuatro leguas mas o menos habíamos pasado ya cuando a lo lejos divisamos cinco jinetes no más, y mi abuelo que era un lince nos llamo a parlamentar: - No me fio de los que vienen,  - al instante aseveró;    - debemos estar atentos por si lo requiere la ocasión y cubrámonos las espaldas, - con lo que al final concluyo. Agarramos las espadas y otros utensilios guerreros y agrupados todos juntos nos quedamos en silencio a la espera de los que venían sin orden y sin concierto: de entre todos destacaba un barbudo impresionante con yelmo, lanza y una espada muy brillante, que no parecía un bandido si no un “Caballero andante”, el resto eran vulgares como la ratas del campo, que cuando el jefe cae, ellos por la carroña se despedazan, como los furiosos gatos.

Se destaco el de la barba y con voz muy altanera pidió el peaje obligado por atravesar sus tierras, que de no ser satisfecho en aquel preciso instante, todo aquello que portábamos propiedad de ellos era y que no lo intentara impedir nadie, o de lo contrario quedarían nuestros cuerpos destrozados y el campo regado con nuestra plebeya sangre.

Ellos eran uno más y nosotros uno menos, pero una cosa teníamos que no tenían ellos, la fuerza de la razón que por la justicia y el honor engrandece a nuestras almas. Nuestro jefe dijo cuanto y el barbudo se paso, aquello no era un peaje era simplemente un asalto sin ninguna compasión, la suerte ya esta echada y empezaba esta función.

La táctica era muy simple y a ello nos pusimos, derribar sin compasión al que con la barba vimos, los otros ya sin el jefe huirían como cochinos y nosotros podríamos tranquilamente seguir a nuestro destino.
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CAPITULO I (El comienzo de mi historia) .////.

 Y hacia Almagro nuestros pasos dirigimos por un impracticable camino con enormes agujeros y que hacían que nuestros pasos se apartaran hacia los senderos, donde la inseguridad era total porque era el propicio terreno donde asaltaban al caminante gitanos y bandoleros.

Aquellos caminos pasamos sin complicación alguna, sin saber si nos dejaron para esperar nuestro regreso cuando confiados volvamos con los aperos y mulas. Llegamos a la villa después de cinco interminables leguas de padecimientos y chanzas, pues las albarcas y calzas rozaduras nos hicieron en los pies y en ese sitio donde termina la panza. La visita que primero hicimos es mojarnos el gaznate, en la venta del mellao y que para engañar al parroquiano tenía un gran arte, pues aguaba con gracia el vino y para preparar guisos raros era punto y aparte.

Una vez recuperados del tortuoso camino por el yantar preparado de aquel mesonero tan fino, el que un bocado a nuestra bolsa pego para cobrarse la pestilente comida y su aguado vino; visitamos el mercado donde todo se podía vender y comprar, las bestias, la honra, y hasta la libertad; porque con una bolsa de doblones amarillos sin impedimento se conseguía, todo aquello que hace a un siervo señor sin pedir explicación y sin importar mucho el día.

Visitamos a tratantes y a otros varios charlatanes que a la venta tenían aves de corral y diversos animales, mi abuelo que era un excelente negociante y a estos personajes conocía por su labia sofocante, con ellos cuerpo a cuerpo en los lances del comercio y trapicheo como gato panza arriba con gracia se defendía, consiguiendo algunos triunfos que casi imposibles parecían; el gran triunfo llego al final al tratar con un gitano que unas caballerías vendía y de las que nos habíamos encariñado por el porte que tenían,    un par de jóvenes mulas  y dos burros muy apañados que este fulano vendía. Después de varias horas de tanteo y otras de tiras y aflojas, el trato al final se cerro con un fuerte apretón de manos y dejar la bolsa peor que floja, y al gitano murmurando en su lengua inentendibles cosas.

Reunimos el ganado comprado junto a las caballerías y la marcha preparamos antes de que finalizara el día, con la idea de partir antes de que la tarde se hiciera noche y la obscuridad apareciera y nos complicara la vida. Comenzamos el retorno de regreso a la casona cuando un nuevo personaje se agregó a nuestra cuerda después de hablar con el viejo que fue el que su permiso diera: Dijo el sujeto ser un hidalgo juglar, y que hacia Manzanares marchaba donde tenía su hogar, agregándose a nosotros por no atreverse a viajar solo por lo que le pudiera pasar, era joven como nosotros y espada al cinto llevaba, y una ropa no muy sencilla que su condición demostraba. Hablaba de un tal Colon que a las indias el marchara y su padre en una de sus naos junto a otros se embarcara, dejando a su madre, hermana y también a el sin nadie quien les cuidara.                                                                                          .////.

lunes, 6 de febrero de 2012

CAPITULO I (El comienzo de mi historia) .///.

Pero todo se acabó en aquel año desgraciado cuando la sequia llego y con ella la maldición que alguien a la finca había echado, muchos animales murieron por la falta de alimento, y los pozos casi secos el agua parecía ser cieno y para poderla beber había que hervirla al momento, aunque el sabor parecía que había en el pozo un perro muerto. Los ancianos fallecieron y muchos niños también y los que buena salud teníamos nos quedamos en la piel. Don Iñigo debilitado vio como moría de la peste Luis, su paje y a partir de aquel momento ordeno a los criados preparar el equipaje y en un día rojizo con su caballo y tartana, dejo aquello que adoraba en manos de los que quedaban y emprendió su triste y final viaje.

De los pocos que quedaron y con mi abuelo a la cabeza, empezaron a pensar en esta tierra abandonar, pues si aún vivos seguían es porque Dios permitía de nuevo volver a empezar. Pero las cosas cambiaron y las lluvias empezaron, en aquel otoño gris que los campos anegaron, dejando arroyos y ríos con sus cauces desbordados, e impracticables los caminos para poder desplazarnos; en esta tierra en la que Caín dio sus primeros pasos.

Aquel invierno fue muy duro y la hambruna se hizo crónica, dejando a los que quedamos tan solo para comer berzas, hongos y achicoria y las bellotas recogidas en encinas que eran pocas. De los animales campestres todos se habían extinguido y de los perros y gatos aquellos que no nos los habíamos comido habían huido por patas, quedando solo las ratas, que cocidas en el fuego parecían alpargatas. De aquel triste campamento solo los fuertes quedaban aunque solo piel y huesos en sus cuerpos se notaban y eso que de vez en cuando los hermanos del convento alimentos nos llevaban, que en verdad siendo tan pobres de sus bocas los quitaban.

Empezó la primavera y la alegría llegó y en el campo una alfombra de florecillas plantó, con pajarilllos  alegres que nuestra moral levantó, y empezamos a pensar que nuestra mala suerte acabo y Dios nos había perdonado nuestros muchos pecados y tan poca devoción. Al no tener animales por servirnos de alimento empezamos a pensar como empezar a sembrar el poco grano que había guardado en algunos sacos y un cesto, que en la casa de Don Iñigo encontramos escondidos bajo una losa en el huerto, junto a aperos, armas, y una caja llena de monedas dentro.

Al encontrar este tesoro que la providencia envió, en nosotros la sonrisa de nuevo apareció, y con las armas y una parte del dinero se nombro una comisión, para salir de inmediato a buscar lo necesario para comenzar aquí de nuevo, y esta tierra darle brillo y sembrar cebada, trigo y panizo, para que hombres y bestias tengan su sustento austero y sencillo. A Domin y a mi nos nombraron para la misión cumplir y como jefe a mi abuelo que era el portador del dinero para llegar a tal fin.              .///.

CAPITULO I (El comienzo de mi historia) .//.

Don Iñigo le llamaban y en Valladolid había nacido, era un hombre importante pues Padilla es su apellido, y en la corte con su familia cuando niño había vivido. Le cuidaba un ama de llaves muy gruñona y pendenciera que aunque estaba de buen ver aún seguía soltera, esperando el regreso de su amor que con el almirante marcho a descubrir nuevas tierras. Vivia con el caballero un curioso personaje que por la edad que tenía debía de ser su paje, era como de mi edad once años más o menos, aunque él era muy rubio, yo, simplemente moreno, y escribía con tal gracia que daba envidia sana verlo.

Era la casona enorme y a las afueras estaba con un escudo de piedra grabado en la fachada encima de dos enormes puertas que le servían de entrada a hombres, carretas y bestias que por las mismas entraban. Una vez en su interior aún parecía más grande; había casas con cuadras y apartada una enorme, donde vivía el hidalgo, con la criada y su paje, y algunas personas más de servicio y encaje.

La casita de mi abuelo tan solo se componía de un patio con una higuera y dos habitaciones una con poyo que era en la que él dormía y la otra con chimenea y pesebre donde mi abuelo y su burro cada uno en su lugar comían, y guardaba todo aquello que como suyo tenía. Dentro de aquel corralón algunas familias vivían junto a los humildes gañanes que a su servicio tenía. Había un carretero simpático y lenguaraz con un hijo que tenía  que era de mi misma edad y por Domin conocían los que vivían allá. Doña Damiana su madre era una mujer singular regordeta y desdentada aunque llena de bondad y a este mi primer amigo le cuidaba y le mimaba por demás, protegiéndole con su escoba de aquellos que le querían por sus trastadas pegar.

Nos hicimos pronto amigos por el contacto que había entre su padre y mi abuelo que afición compartían, ir a cazar con los galgos que algunas liebres traían después de grandes carreras entre barbechos y encinas, para que Doña Damiana esas liebres correosas preparara en la humilde cocina, y darles cuenta después entre mordiscos y risas, al ver a la pobre mujer que no podía morder y mascaba aquellos trozos sin conseguir hacerlos trizas.

Así pase algunos años entre juegos y trabajos que junto a mi abuelo hacia cosiendo esteras y sacos o recibiendo lecciones de esgrima lanza y montura, que Don Iñigo nos daba para al tedio darle cura, y de paso incrementar en nosotros la bravura. Los domingos nos visitaba un fraile muy espigado que cuando el viento soplaba lo movía de lado a lado, sirviendo de regocijo entre el amo y los criados. Venia a decir la misa desde un convento cercano, donde había otros diez frailes el abad y otro hermano que como portero tenian pues votos aún no había tomado. Venia el hermano Juan a la misa realizar, los domingos y festivos mas las fiestas de guardar, y de paso con nosotros en los ratos que quedaban enseñarnos la lectura y escritura a base de unos coscorrones que sin cesar nos pegaba, por no estar bien atentos a la lección que nos daba. 
                                                                                                                               .//.

CAPITULO I (El comienzo de mi historia)

(CAPITULO I)
El comienzo de mi historia:

Yo, Sancho Lanza del Castillo dejo para quien le pueda interesar, estos relatos que en este manuscrito a partir de este momento voy a comenzar a plasmar: en la villa de Daimiel de Calatrava el día 22 de Marzo en el año del señor de mil y cuatrocientos noventa y nueve años y bajo el reinado de nuestros amados reyes Isabel la I de Castilla y Don Fernando el II de Aragón a quienes Dios guarde muchos años, señores de Castilla y León, Aragón, Cataluña y Valencia mas el reino de Granada, y otras tierras allende de la mar Oceana.

De mis recuerdos de infancia poco les puedo aportar pues mi madre en una venta no paro de trabajar hasta que su débil cuerpo una noche se durmió y no se despertó jamás. De mi padre solo sé que en las cuadrillas militaba, esas que para la seguridad tratar el Santo Oficio montara, pasando su triste vida recorriendo las majadas, en busca de bandoleros, salteadores y otros de mala calaña.

Mi infancia yo la pase en la posada “El barbecho”, al cuidado de mi madre cuando tenia un poco de tiempo, porque ella era en la venta la criada de los dueños, y la trataban peor que a los burros o los cerdos. Era el ventero un sujeto gordinflon y despiadado y viudo para más señas por lo que estaba amargado, al no conseguir favores de una moza del poblado, a la que los tejos tiró varias veces con regalos; pero esta bella flor de un gallardo carretero locamente se había enamorado, estando siempre el ventero de mal genio y amargado.

Cuando mi madre murió mi abuelo me recogía en aquella inmunda pocilga que era la choza en que vivía: que dentro de la venta estaba y junto a las cuadras donde las bestias dormían. Mi abuelo que soldado había sido en la toma de Granada, cuando vio la situación intentó sacar su espada y ajustar cuentas con ese que había tenido a su hija como si fuera una esclava, aunque fue imposible verle pues corría como un galgo a pesar de lo que pesaba.

Recogimos la miseria que era lo único que había y en un burro bastante terco hacia el pueblo con paso cansino los tres y las pertenencias sin pausa nos dirigimos, prometiendo mi abuelo regresar y las cuentas ajustar a este inhumano vecino. Era mi abuelo criado de un hidalgo calavera, que metido en años ya a las damas aún daba guerra y a mi abuelo lo tenia para intermediar en sus vergüenzas.

Había sido soldado pero llego hasta oficial era valiente y osado y si no fuese por las mujeres habría llegado a general. A mi abuelo conoció en la toma de Granada, luchando codo con codo repartiendo a los moriscos mandobles junto a estocadas, para al terminar la campaña juntos los dos regresaron el uno como señor y el otro como su hombre de confianza.                                                                                                                         ./.
A Valencia que era mi destino yo llegaba después de cuatro horas de viaje, con un sol que secaba las ideas y del coche con muchas ganas de bajarme. Una vez que a la Ciudad del Turia arribe, con urgencia a un amigo visitaba, compañero fiel en otros tiempos  de fiestas, chicas y grandes farras, y en el momento actual  un estudioso de las palabras.

Por “Nano” le conocía aunque era un cachalote, más largo que “un día sin pan”, con perilla y sin bigote, y parecía más que un intelectual, un absurdo monigote, por su forma de vestir y el collar que le colgaba de su huesudo cogote. En la Universidad daba clases de historia y filología, pero su mayor ilusión, más que ilusión utopía,                    era encontrar un Dorado y a si cambiar su aburrida vida, para dejar de aguantar a los que pierden su tiempo por no encontrar la salida. Caía la tarde ya cuando al fin pude encontrarle en una tasca que cuando éramos estudiantes visitábamos. Con desbordante alegría Acosta me recibió dándome un abrazo tan fuerte que algún hueso me crujió,  por el tiempo transcurrido desde nuestra forzada separación. Le consulte si sabía traducir documentos  en castellano antiguo escritos, de ese que escribían los monjes  franciscanos, aquellos que convertían a los indios en cristianos.

Me comento que una tesis sobre ese castellano había escrito, y que aunque un experto no era, del tema sabía un poquito. Le comente lo ocurrido en el pueblo de la Mancha y de Sancho ese personaje que junto a Diego de Almagro hacia América marchara:           El me comento que Almagro por los libros conocía, pero que del otro nada sabía, ya que deberían ser las bromas que los palurdos manchegos al turista gastarían.

Pero su cara cambio y sus lentes se empañaron, cuando del bolsillo saque aquel librito tan raro, un libro que parecía de papel almidonado con pergaminos cosidos con hilos muy mal atados,  que parecían de cáñamo de ese deshilachado, y como portada tenía una piel como de gato, tan tiesa y descolorida que parecía un viejo zapato; y a fuego grabado llevaba un escudo con su lanza y su caballo y letras desconocidas que el tiempo había casi borrado. Cuando entre sus manos lo tuvo sus dedos  se entretenían en acariciar los pliegues, letras y grabados que en el mismo se veían.

Cerrándolo de repente el libro me devolvió, y cogiéndome del hombro esto comento: parece autentico el documento aunque sin comprobación es imposible saber si es falsificación. Del que escribió este Diario poco podemos saber, en la historia no hay constancia de Sancho Lanza del Castillo quien pudo ser: por eso la traducción del manuscrito queda aquí para el que  quiera este entuerto resolver.

                                                                                                                                                   joanmoypra

Prologo de la historia

Esta historia que comienzo surgió por casualidad, en un pueblo de la Mancha  que de Comedias tiene un Corral y que por Almagro se conoce desde mucho tiempo atrás. Visitaba yo un museo que del teatro llamaban, y entre los muchos papeles uno sobre todos destacaba, en el que venia un nombre que en mi cabeza sonaba, sobre un conquistador que hijo ilustre era de esta Villa tan nombrada.

Por Diego de Almagro le conocieron en el Imperio Español, cuando Carlos I era el más grande emperador, y en los dominios de España nunca vieron ponerse el sol; aquellos que en el vivían entre el poder y su católica religión.

Fue este ilustre guerrero de familia humilde y austera, más cuenta la voz popular que su madre era soltera, y que nada más nacer a la inclusa de cabeza fue porque su padre quisiera. Era el padre un gentil hombre, con alcurnia y un poquito calavera, que a la moza mas gallarda de esta villa, su honra le mancillo y luego la abandono como si fuera una estera, dejándole unas monedas para que no se supiera.

Los datos que aquí les cuento no los he inventado yo, me los conto un gran amigo que se llamaba Ramón, un hombre curtido en mil historias que aquel día me acompaño en mi visita a este pueblo que en verdad me impresiono, recorriendo esas calles en las que el tiempo parece que la historia congeló. Visitamos un local que una cuadra parecía pero al franquear la puerta en el Siglo de Oro la historia nos introducía, apareciendo de Comedias el Corral que quinientos años ha, Cervantes y Calderón sus obras presentarían.

Visitamos camerinos y subimos al tablado, recorriendo las estancias y hasta un pozo tapiado, que guardaba los secretos de los amores y lances de tantos enamorados y que a su brocal se asomaron para verter esas lagrimas que les siguen esperando.

Me conto mi acompañante, que aunque Diego es el famoso, otro personaje hay que es mucho más primoroso, pues se trata de un amigo que en Bolaños conoció, cuando este se escapo de la inclusa  en el que desde que nació vivió. Coincidieron estos solitarios personajes  cuando a Sevilla ellos marchaban de camino, a embarcarse con Pedrarias el marino y que para las Américas preparaba su viaje.

Sancho Lanza del Castillo era su nombre de guerra, según constaba en un viejo libro que Ramón a mi me diera, con el encargo de seguir las hazañas de este incognito personaje que nunca nadie supo quien diablos era.

Las Andanzas de Sancho Lanza



Dicen que nació este hidalgo caballero en las tierras   de Castilla,      en un tiempo de conquistas   por allá lejos en las Indias.    Su familia no se conoce ni de su nacimiento hay vestigios, solo sabemos que fue de aquellos que jamás volvieron aunque hasta nosotros llegaron sus hazañas y prestigio; por la pluma de conquistadores a los que él con su espada y  persona sirvieron con tanto ahínco.
joanmoypra

sábado, 4 de febrero de 2012

¿Virtual o virtualismo?

¿VIRTUAL O VIRTUALISMO?

Ahora todo es virtual
la realidad ha terminado,
la hora de conversar
se ha convertido en pasado.


Virtual ahora es la calle
virtual nuestro trabajo,
y virtual todo aquello
cuando perdemos el tajo.


Virtuales son los amores
que sin virtud conseguimos,
como virtual es la razón
de como y porque vivimos.


Virtual es la vida misma
desde el día que nacimos
y no quedara virtud alguna
en el día que morimos.


Virtuosismo solo tienen
unos pocos virtuosos,
que hacen lo que otros ven
imposible con sus ojos.


Virtual devaluada palabra
que a todas horas decimos,
sin saber el significado
y menos su contenido.


Navegamos por lugares
por donde las olas no existen,
solo una pantalla vemos
y nos pone muy tristes,
cuando solos frente a ella
lo que vemos solo
en nuestra frente existe.


No quiero ser virtual
si la virtud no me asiste,
puede que si me confío
virtual se vuelva todo,
y de humano pase a byte.

joanmoypra/febrero/2012

PINCELADAS