La leyenda
heroica de las Baleares
La historia de las Baleares llena
la historia heroica del Mediterráneo. Frente por frente en el mar á los estados de
Berbería, sus costas fueron las más
ensangrentadas durante siglos en la lucha contra el poder musulmán.
Su historia, desde la más remota
antigüedad, tiene el sabor de una heroica leyenda Conquistada aquella tierra
por los árabes fue reconquistada por don Jaime I de Aragón; reino independiente á
poco y reino unido al de Aragón y al de España después, se mantuvo por esfuerzo
de sus moradores frente á frente del poder del turco, aun en aquellos tiempos
de los famosos Barbarroja y Dragut, cuando era la marina de Solimán el
Magnífico el terror de los mares de Levante.
Equidistante de Francia y de
Berbería, las Baleares tienen una personalidad histórica que conviene conocer antes
de narrar las hazañas de sus corsarios y las incesantes embestidas de los
piratas berberiscos.
Como se forja y endurece el acero
con los golpes, así se forja y endurece un pueblo y una raza á los bruscos encontronazos
de la adversidad.
Un soplo de consternación infinita
vagó durante siglos por estas costas acantiladas. Aldeas que fueron, desde Biblioteca aparecieron un día bajo la tea
del incendio y la cimitarra del berberisco. Los supervivientes, fugitivos por
los montes, volvieron á agruparse y con voluntad firme reedificaron la aldea al
amparo de las rocas, talaron los bosques vecinos á la marina y edificaron una
torre ó un castillo vigilante, para convertirse desde aquel día, de labriegos y
mercaderes pacíficos, en soldados y en corsarios belicosos. Recorred las costas
de las Baleares.
Los castillos, las torres y las
atalayas se alzan de trecho en trecho, y en medio de la naturaleza fértil y
risueña dan á aquellos peñascales un gesto de energía y de fiereza que va á
reflejarse al pie en las aguas transparentes del Mediterráneo. Las grutas y las
cuevas se suceden ; cada una evoca una leyenda de sangre, un recuento de
audacia ó de infortunio. Al pasar inmediato á ellas, una bandada de palomas se
agita en espiral, como gigantesco y desanudado turbante... Os dan deseos de
acallar el rumor de los remos... ¡ chist!... no despertéis al pirata.
Fenicios, cartagineses y romanos
lucharon y se disputaron esta fértil tierra, y con ella se contó para escribir la
historia de la humanidad desde los más remotos tiempos. Pasemos revista á las
vicisitudes históricas de estas islas, cuyo dominio se disputaron todos de un
modo sangriento.
Nada nos dicen de estas islas los
escasos datos geográficos de las Sagradas Escrituras. Después de la obra
antiquísima de Moisés, las fabulosas narraciones de Homero quisieron mencionar
estas islas, y hasta tanto que Herodoto y Strabón dieron de ellas conocimientos
exactos y científicos, estas tierras debieron formar parte de las «muy traídas
islas afortunadas», morada
de los hiperbóreos, gentes que,
ahitas de bienandanzas y virtudes, jamás envejecían, y que, cansadas de vivir siglos
y más siglos, buscaban la muerte como recurso de distracción, despidiéndose de
este mundo con alegres festines y llevando la cabeza enguirnaldada con risueñas
flores.
Fué preciso que la geografía
saliera de su ciclo fabuloso entre los griegos, para que sus más atrevidos
navegantes marcaran la situación real de estas islas, que conocieron con el
nombre de «Gymnasias» unos, y de«Afroditas» otros. Diodoro Siculo las menciona
al hablar de la Iberia, y dice así de stis habitantes : «Andan desnudos en el estío;
es gente dada al uso del vino, de que tienen mucha falta; se ungen el cuerpo
con aceite de lentisco, á falta de otro, y con grasas ; son tan inclinados á
las mujeres, que dan por una tres ó cuatro hombres. Su morada es en los
escondrijos de las peñas y cumbres enriscadas donde hacen sus albergues. No
usan de oro ó plata, prohibiendo rigurosamente se importe á bis islas, dando
como fundamento que Geryon, hijo de Crisauro, fué muerto á manos de Hércules á
causa de estos metales. Juzgaban que quedando libres de estas preciosas riquezas
vivirán seguros de todo género de asechanzas.
De aquí vino que cuando iban á la
guerra con los cartagineses, sus aliados, trocaban sus sueldos y bagajes en
vino y mujeres. Pero es aún más de maravillar lo que usaban en las bodas, en
las cuales los deudos y amigos, por su ancianidad, gozaban primero de los gustos
de la esposa, brindando después con ellos al marido. También es singular lo que
realizaban con sus muertos, y era que los desmenuzaban y los metían en una
urna, sobre la cual amontonaban grandes canteras.
Hasta en tiempo de Aristóteles
conócense las Baleares entre los griegos con el nombre de «Gymnasias». Quieren algunos
escritores que este nombre tenga origen en el notable ejercicio de la guerra,
que tan á maravilla dominaban los baleáricos; pero es más de creer que este
apelativo tuviese origen en la simpar belleza de sus moradores. En las grandes
emigraciones de los pueblos fué el mar el itinerario obligado de los más aventureros
ó de los más audaces. Surcaron el Mediterráneo los caldeos, los egipcios, los
fenicios y aun los escitas. Al gran movimiento expansivo de los pueblos sirvió
el mar de válvula, y el escape de las tribus fué continuo y silencioso á través
de las edades y tardó en darse á conocer todo el tiempo que necesitaron para extenderse
por los ámbitos terrestres del primitivo «Ultra- mar». Las razas se extendieron
por tierra firme como por su primer elemento y poblaron los continentes.
Nuevas irrupciones, al tratar de
vencer la resistencia de los pueblos que les antecedieron, tropezaron con ellos
y se produjo la reacción que la historia denomina fenómeno «guerra», y á su
empuje dejáronse sentir los efectos en las costas, hasta que en éstas encontró
el hombre cómoda salida por los mares. Abierta la válvula, las luchas del
continente tuvieron influencia en la emigración do las costas. Del mismo modo
que un gas rebotando en las paredes próximas del recipiente que lo encierra va
á buscar salida en las válvulas, así las emigraciones marítimas salieron
incesante y silenciosamente; y esta, á mi entender, es la razón suprema que trae
envuelta en el misterio la historia primitiva de todas las islas de Europa. Las
razas lucharon en tierra firme con otras razas, y las huellas de la lucha han
podido pasar á la historia. Sólo cuando todos los ámbitos de la tierra fueron
¡poblados y nuevas emigraciones trajeron luchas en los confines de los mares
vinieron á conocerse las islas y los continentes marítimos, y su descubrimiento,
á falta de datos históricos, viene aparejado de fábulas.
Nuestras Baleares debieron sufrir
la constante emigración de los pueblos costeros y aun la reacción de los del
interior. Caldeos, egipcios y fenicios debieron llenar nuestras costas ; tras
de ellos vinieron los griegos, y cuando Cartago abrió su soberanía en los mares
y á poco después Roma, nuestras islas fueron disputadas por su excelente
situación geográfica en el Mediterráneo.
Antes de esta época, á juzgar por
los datos históricos, estas islas sufrieron ja irrupción de los grandes
conquistadores continentales, pero esta irrupción hubo de ser momentánea y
transitoria, y así Sesostris, el mejor conquistador de Egipto, Nabopolasar, el
guerrero magno de Babilonia, y Semiramis, la varonil reina de Ninive, hicieron
de estas islas una. estepa y tuvieron en ellas su dominio transitorio. Ello es
que de su estancia no quedan monumentos, que los griegos se hubieran encargado
de mencionar, y no mencionan.
Hasta que los Dorios dominan
Grecia no conocen geográficamente estas islas. Y cuando los helenos hacen su
conocimiento están contestes en llamarlas por unos Gymnasias y por otros
Afroditas, símbolos de la belleza de sus moradores y dato cierto para creer que
aquellas razas hermosas de Egipto, de Nínive y de Babilonia trajeron
momentáneamente á esta tierra el culto de la belleza que este dulcísimo
ambiente se encargó de mejorar, hasta el extremo de ser aquí las gentes, por
¡acción ccombinada de la tierra enloquecedora y del brillante espacio,
admiración de los Dorios. Resucite el lector con esfuerzo imaginativo toda la edad
pasada. Recuerde que los Dorios llevaron á los otros griegos el uso de los
gimnasios para embellecer la raza; y cuando de los retazos de la estatuaria
griega llegue á recomponer en la mente la obra bellísima y simpática de
Afrodita y de los guerreros espartanos; piense que aquella raza, que hizo culto
divino de la forma humana, se sintió arrobada por la belleza de los moradores de
las Baleares, que desnudos y lubricados con grasas y aceites bajaban de los
riscos y surgían del fondo de las cavernas, viviendo una vida de pasión más
enloquecedora que la de la leyenda de los lotófagos, con el cuerpo impregnado
por las infinitas esencias de las brisas balsámicas, con el cutis dorado por
los ardores estivales, puesta en la piel como reflejo la transparencia diáfana
de las nieves de las altas cimas, airosos y esbeltos como la palmera de los
hondos valles de esta tierra, redondos y turgentes como la copa de los altos
pinos del riscal de la serranía.
La airosa curva de Apolo, el
cinturón de Venus, suprema concepción de la belleza, vivió aquí de un modo
inconsciente, sin sacerdotes, sin sacerdotisas, sin templos, entre herederos de
cien razas distintas que la fuerza del ambiente se encargó de unificar en una
sola, que hizo culto de la belleza, del color y de la línea, y que erigió lo bello,
en fuente de poder y de fuerza, y más la, de, en atributo exclusivo, de
riqueza, hasta el extremo de considerar á la mujer como valor supremo de
enriquecimiento, de adquisición y de cambio (1). Grecia, haciendo por
influencia dórica, de la belleza fuente de la fuerza, cultivando el gimnasio y
adorando á Afrodita, tuvo mucho que aprender de estas islas Gymnasias y de estas
Afrodita, de estas islas baleáricas, donde hombres y mujeres, crecidos entre el
lentisco, recibían del luminoso y del balsámico ambiente de esta tierra el sello
de la belleza simpar, que, pese á la modificadora soberbia humana, más que
atributo de fuerza es fuente de ella.
(1) Diodoro Siculo
Extracto del libro (Corsarios y piratas) de Ricardo
Burguete del año 1900
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