domingo, 24 de mayo de 2020

LA LEYENDA DEL MEDITERRANEO

La leyenda heroica de las Baleares

La historia de las Baleares llena la historia heroica del Mediterráneo.     Frente por frente en el mar á los estados de Berbería, sus costas  fueron las más ensangrentadas durante siglos en la lucha contra el poder musulmán.

Su historia, desde la más remota antigüedad, tiene el sabor de una heroica leyenda Conquistada aquella tierra por los árabes fue reconquistada por    don Jaime I de Aragón; reino independiente á poco y reino unido al de Aragón y al de España después, se mantuvo por esfuerzo de sus moradores frente á frente del poder del turco, aun en aquellos tiempos de los famosos Barbarroja y Dragut, cuando era la marina de Solimán el Magnífico el terror de los mares de Levante.

Equidistante de Francia y de Berbería, las Baleares tienen una personalidad histórica que conviene conocer antes de narrar las hazañas de sus corsarios y las incesantes embestidas de los piratas berberiscos.

Como se forja y endurece el acero con los golpes, así se forja y endurece un pueblo y una raza á los bruscos encontronazos de la adversidad.

Un soplo de consternación infinita vagó durante siglos por estas costas acantiladas. Aldeas que fueron, desde Biblioteca aparecieron un día bajo la tea del incendio y la cimitarra del berberisco. Los supervivientes, fugitivos por los montes, volvieron á agruparse y con voluntad firme reedificaron la aldea al amparo de las rocas, talaron los bosques vecinos á la marina y edificaron una torre ó un castillo vigilante, para convertirse desde aquel día, de labriegos y mercaderes pacíficos, en soldados y en corsarios belicosos. Recorred las costas de las Baleares.

Los castillos, las torres y las atalayas se alzan de trecho en trecho, y en medio de la naturaleza fértil y risueña dan á aquellos peñascales un gesto de energía y de fiereza que va á reflejarse al pie en las aguas transparentes del Mediterráneo. Las grutas y las cuevas se suceden ; cada una evoca una leyenda de sangre, un recuento de audacia ó de infortunio. Al pasar inmediato á ellas, una bandada de palomas se agita en espiral, como gigantesco y desanudado turbante... Os dan deseos de acallar el rumor de los remos... ¡ chist!... no despertéis al pirata.

Fenicios, cartagineses y romanos lucharon y se disputaron esta fértil tierra, y con ella se contó para escribir la historia de la humanidad desde los más remotos tiempos. Pasemos revista á las vicisitudes históricas de estas islas, cuyo dominio se disputaron todos de un modo sangriento.

Nada nos dicen de estas islas los escasos datos geográficos de las Sagradas Escrituras. Después de la obra antiquísima de Moisés, las fabulosas narraciones de Homero quisieron mencionar estas islas, y hasta tanto que Herodoto y Strabón dieron de ellas conocimientos exactos y científicos, estas tierras debieron formar parte de las «muy traídas islas afortunadas», morada
de los hiperbóreos, gentes que, ahitas de bienandanzas y virtudes, jamás envejecían, y que, cansadas de vivir siglos y más siglos, buscaban la muerte como recurso de distracción, despidiéndose de este mundo con alegres festines y llevando la cabeza enguirnaldada con risueñas flores.

Fué preciso que la geografía saliera de su ciclo fabuloso entre los griegos, para que sus más atrevidos navegantes marcaran la situación real de estas islas, que conocieron con el nombre de «Gymnasias» unos, y de«Afroditas» otros. Diodoro Siculo las menciona al hablar de la Iberia, y dice así de stis habitantes : «Andan desnudos en el estío; es gente dada al uso del vino, de que tienen mucha falta; se ungen el cuerpo con aceite de lentisco, á falta de otro, y con grasas ; son tan inclinados á las mujeres, que dan por una tres ó cuatro hombres. Su morada es en los escondrijos de las peñas y cumbres enriscadas donde hacen sus albergues. No usan de oro ó plata, prohibiendo rigurosamente se importe á bis islas, dando como fundamento que Geryon, hijo de Crisauro, fué muerto á manos de Hércules á causa de estos metales. Juzgaban que quedando libres de estas preciosas riquezas vivirán seguros de todo género de asechanzas.

De aquí vino que cuando iban á la guerra con los cartagineses, sus aliados, trocaban sus sueldos y bagajes en vino y mujeres. Pero es aún más de maravillar lo que usaban en las bodas, en las cuales los deudos y amigos, por su ancianidad, gozaban primero de los gustos de la esposa, brindando después con ellos al marido. También es singular lo que realizaban con sus muertos, y era que los desmenuzaban y los metían en una urna, sobre la cual amontonaban grandes canteras.

Hasta en tiempo de Aristóteles conócense las Baleares entre los griegos con el nombre de «Gymnasias». Quieren algunos escritores que este nombre tenga origen en el notable ejercicio de la guerra, que tan á maravilla dominaban los baleáricos; pero es más de creer que este apelativo tuviese origen en la simpar belleza de sus moradores. En las grandes emigraciones de los pueblos fué el mar el itinerario obligado de los más aventureros ó de los más audaces. Surcaron el Mediterráneo los caldeos, los egipcios, los fenicios y aun los escitas. Al gran movimiento expansivo de los pueblos sirvió el mar de válvula, y el escape de las tribus fué continuo y silencioso á través de las edades y tardó en darse á conocer todo el tiempo que necesitaron para extenderse por los ámbitos terrestres del primitivo «Ultra- mar». Las razas se extendieron por tierra firme como por su primer elemento y poblaron los continentes.

Nuevas irrupciones, al tratar de vencer la resistencia de los pueblos que les antecedieron, tropezaron con ellos y se produjo la reacción que la historia denomina fenómeno «guerra», y á su empuje dejáronse sentir los efectos en las costas, hasta que en éstas encontró el hombre cómoda salida por los mares. Abierta la válvula, las luchas del continente tuvieron influencia en la emigración do las costas. Del mismo modo que un gas rebotando en las paredes próximas del recipiente que lo encierra va á buscar salida en las válvulas, así las emigraciones marítimas salieron incesante y silenciosamente; y esta, á mi entender, es la razón suprema que trae envuelta en el misterio la historia primitiva de todas las islas de Europa. Las razas lucharon en tierra firme con otras razas, y las huellas de la lucha han podido pasar á la historia. Sólo cuando todos los ámbitos de la tierra fueron ¡poblados y nuevas emigraciones trajeron luchas en los confines de los mares vinieron á conocerse las islas y los continentes marítimos, y su descubrimiento, á falta de datos históricos, viene aparejado de fábulas.

Nuestras Baleares debieron sufrir la constante emigración de los pueblos costeros y aun la reacción de los del interior. Caldeos, egipcios y fenicios debieron llenar nuestras costas ; tras de ellos vinieron los griegos, y cuando Cartago abrió su soberanía en los mares y á poco después Roma, nuestras islas fueron disputadas por su excelente situación geográfica en el Mediterráneo.

Antes de esta época, á juzgar por los datos históricos, estas islas sufrieron ja irrupción de los grandes conquistadores continentales, pero esta irrupción hubo de ser momentánea y transitoria, y así Sesostris, el mejor conquistador de Egipto, Nabopolasar, el guerrero magno de Babilonia, y Semiramis, la varonil reina de Ninive, hicieron de estas islas una. estepa y tuvieron en ellas su dominio transitorio. Ello es que de su estancia no quedan monumentos, que los griegos se hubieran encargado de mencionar, y no mencionan.

Hasta que los Dorios dominan Grecia no conocen geográficamente estas islas. Y cuando los helenos hacen su conocimiento están contestes en llamarlas por unos Gymnasias y por otros Afroditas, símbolos de la belleza de sus moradores y dato cierto para creer que aquellas razas hermosas de Egipto, de Nínive y de Babilonia trajeron momentáneamente á esta tierra el culto de la belleza que este dulcísimo ambiente se encargó de mejorar, hasta el extremo de ser aquí las gentes, por ¡acción ccombinada de la tierra enloquecedora y del brillante espacio, admiración de los Dorios. Resucite el lector con esfuerzo imaginativo toda la edad pasada. Recuerde que los Dorios llevaron á los otros griegos el uso de los gimnasios para embellecer la raza; y cuando de los retazos de la estatuaria griega llegue á recomponer en la mente la obra bellísima y simpática de Afrodita y de los guerreros espartanos; piense que aquella raza, que hizo culto divino de la forma humana, se sintió arrobada por la belleza de los moradores de las Baleares, que desnudos y lubricados con grasas y aceites bajaban de los riscos y surgían del fondo de las cavernas, viviendo una vida de pasión más enloquecedora que la de la leyenda de los lotófagos, con el cuerpo impregnado por las infinitas esencias de las brisas balsámicas, con el cutis dorado por los ardores estivales, puesta en la piel como reflejo la transparencia diáfana de las nieves de las altas cimas, airosos y esbeltos como la palmera de los hondos valles de esta tierra, redondos y turgentes como la copa de los altos pinos del riscal de la serranía.

La airosa curva de Apolo, el cinturón de Venus, suprema concepción de la belleza, vivió aquí de un modo inconsciente, sin sacerdotes, sin sacerdotisas, sin templos, entre herederos de cien razas distintas que la fuerza del ambiente se encargó de unificar en una sola, que hizo culto de la belleza, del color y de la línea, y que erigió lo bello, en fuente de poder y de fuerza, y más la, de, en atributo exclusivo, de riqueza, hasta el extremo de considerar á la mujer como valor supremo de enriquecimiento, de adquisición y de cambio (1). Grecia, haciendo por influencia dórica, de la belleza fuente de la fuerza, cultivando el gimnasio y adorando á Afrodita, tuvo mucho que aprender de estas islas Gymnasias y de estas Afrodita, de estas islas baleáricas, donde hombres y mujeres, crecidos entre el lentisco, recibían del luminoso y del balsámico ambiente de esta tierra el sello de la belleza simpar, que, pese á la modificadora soberbia humana, más que atributo de fuerza es fuente de ella.
(1) Diodoro Siculo


Extracto del libro (Corsarios y piratas) de Ricardo Burguete del año 1900









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