LA LIEBRE Y EL LABRADOR
de unos cazadores huía
cuando diviso la cabaña
donde un labrador vivía,
con impaciencia llamó
y le contó sus problemas,
y el labrador muy gentil
le invitó a que entrara
y en su casa se escondiera.
Los cazadores llegaron
muy poco tiempo después,
y al labriego preguntaron
si a la liebre había visto
por aquellos campos correr.
El pícaro labrador con su boca lo negaba
pero a su vez con las manos
señas este les hacia
del sitio donde ella estaba;
aunque los impacientes cazadores
solo de este entendieron
lo que su boca contaba.
Cuando vio que se marcharon
de su escondite salió
y sin despedirse siquiera
en silencio se marchaba,
cuando el labrador pregunto:
- Después de salvada estar,
las gracias no me vas a dar.
A lo que la liebre furiosa
respondió con mucha sorna:
- Yo las gracias te daría,
si los signos con tus manos
hubieran sido los mismos
de las palabras que con tu boca decías;
y con gran portazo una veloz carrera
la feliz liebre emprendía.
La moraleja del cuento es que:
“Quienes niegan con sus actos
lo que pregonan con sus palabras,
si confiamos en ellos
solo no acarrearan desgracias”.
Joanmoypra/abril/2012
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